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Imagen de Pixabay.com

 

Esta es una historia más y sin embargo no es una historia cualquiera. Lo que a continuación os voy a narrar tiene muy poco que ver con la prepotencia y mucho con la envidia y la modestia.

El lenguaje humano se basa en la combinación de letras que forman palabras que, a su vez, construyen frases. Y en números, que solos o combinados, nos permiten contar hasta el infinito.

El problema surge cuando unos se creen mejores que otros. Por ejemplo, las letras del abecedario siempre se están peleando: que si tú sola no eres nadie sin mí –le dice la ce a la hache; que si eres una copiona –le recrimina la uve a la uve doble. En fin, ¡siempre con disputas!

Con los números ocurre lo mismo. El más envidiado es el uno, todos dicen de él que es un presuntuoso y un estirado que se piensa ser mejor que el resto por ocupar el primer lugar. Sin embargo, nadie sospecha que el uno es un número que se siente muy solo, ya que antes que él está la nada, y a continuación el resto de sus hermanos surgidos de la suma del anterior más uno. Y este, mis queridos niños, es el principal problema: todos los números que existen surgen del uno.

A pesar de todo, existe un lugar en el que nuestro uno es feliz. ¿Sabéis cuál es? Pues ni más ni menos que el cuaderno de los niños que aprenden a multiplicar y dividir. Veréis, a todos os ha costado mucho esfuerzo aprenderos las tablas de multiplicar y aprender luego a dividir. En este aprendizaje el uno se convierte en vuestro amigo, en vuestro aliado, ya que es lo que podríamos llamar un número espejo. Pensad un poquito. ¿Por qué razón se parece a un espejo? ¡Exacto! ¡Muy bien! Porque cualquier número multiplicado o dividido por uno da como resultado ese mismo número.

Al igual que la ce y la hache o la uve y la uve doble, los números también se pelean entre sí. Sobre todo el uno y el nueve.

-¡Tú tabla es más fácil! Eso no vale tramposo –se queja el nueve-.

-Ya, pero todos los niños desean tener un nueve en matemáticas y lloran si sacan un uno.

-Sí, pero en los grandes premios de motociclismo todos desean ser el número uno para estar en el podio de honor.

-Olvidas, sin embargo, que esos mismos grandes premios nueve puntos son más que uno.

Y así todo el día, discutiendo y discutiendo y discutiendo.

Os voy a contar un secreto, lo que los números no saben es que todos son necesarios. Todos son buenos en unas ocasiones y malos en otras. Os lo demostraré:

Cero patatero son los enemigos que tengo.

Una es mi mamá.

Dos son las manos con las que escribo.

Tres eran los cerditos.

Cuatro esquinitas tiene mi cama.

Cinco son las vocales.

Seis las caras de un dado.

Siete notas posee la escala musical.

Ocho vértices tiene un cubo.

Y nueve es el triple de tres.

Queda claro pues. Todos somos iguales, todos necesarios. Juntos podemos, separados nunca lo conseguiremos.

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Este cuento al igual que “Un cuento para ti” lo escribí hace muchos años, ni me acordaba de él. Lo encontré esta semana y me dio mucha ternura leerlo, comprobar que mi pequeña obsesión con la justicia, la ética y lo que es correcto viene de muy lejos. Espero que os guste, es una forma de educar a los niños en valores como el respeto y la tolerancia ❤