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Mi relación con el coche es, como dice en algunos perfiles de las redes sociales, complicada.
Por trabajo, me paso horas al volante así que los fines de semana, como no sea una causa de fuerza mayor, me niego a conducir. Contradictoriamente, sufro momentos de éxtasis en los que una carretera solitaria, el anonimato de la noche, la música a todo trapo y mi Sandero se convierten en mi momento Mindfulness.
¡Ya está Susana con términos extraños!
Tranquilidad, os lo explico de forma muy sencilla, con mis propias palabras y sin extenderme demasiado ya que daría para otro post. El Mindfulness es la capacidad de vivir en el presente de forma consciente, es decir, es la habitación del pánico de tu cerebro. Ese lugar inaccesible a problemas, reuniones, listas de compra, menús semanales, descubiertos en el banco, enfados, prisas y urgencias. El preciso instante en el que estás a solas contigo mismo y no existe nada más.
Voy a imitar a Sophia Petrillo, la abuela de aquella serie de televisión de la década de los ochenta «Las Chicas de Oro«. Imagina, autopista Santander dirección Oviedo. Siete y media de la tarde, noche cerrada. En el Cd suena «Bring me to Life» de Evanescence en modo bucle. Ni un coche a la vista, solos el asfalto y yo. Mente en blanco, salvo por la velocidad del coche y la presión de mi pie sobre el acelerador, no hay movimiento en el mundo que me rodea en ese instante. «Mi espíritu está durmiendo en algún lugar frío» grita a pleno pulmón el equipo de música. «No hay nada dentro, tráeme a la vida», y justo en ese momento tengo una revelación.
Bueno… no es una revelación tal cual, en plan aparición Mariana, más bien se trata de un estado de consciencia plena y absoluta, en la que sin ningún tipo de miedo -llevo las puertas del coche con el seguro, no pueden entrar esos monstruos mentales que me frenan- me descubro a mi misma diciéndome, quiero ser.
¿Quieres ser qué? Ser y punto. Sin más.
¿Quién eres? ¿Qué eres? Parece sencillo de responder: Susana y soy comercial. ¡Pues no! Me llamo Susana y pago las facturas trabajando de comercial pero lo que hago para subsistir, en este momento de mi vida -y en todos hasta ahora, seamos sinceros- no define quién ni qué soy.
Había un anuncio de un veneno para unos bichitos molestos, que decía: las cucarachas nacen, crecen, se reproducen y mueren. Pues yo, me siento cucaracha. ¿Y vosotros qué opináis al respecto?
Vamos a analizarlo detenidamente. Vivimos en una sociedad en la que todo esta medido al milímetro. Creo que tan sólo fuimos hijos del albedrío el tiempo que pasamos en el vientre materno. ¡Y ahora ni eso porque las embarazadas viven monitorizadas y hasta se programan los partos! Fuimos niños educados bajo los dictámenes de la ley de educación de turno. Adolescentes adoctrinados y dirigidos hacia determinadas carreras. Luego vino el matrimonio, divorcio, los hijos, la hipoteca, el coche, los seguros y de repente un día soplamos cuarenta y tantas velas en una tarta.
¿En serio han pasado más de veinte años? Pero… ¿me habéis criogenizado y acabáis de sacarme del microondas verdad? Y tu hija te mira con cara de espanto mientras coge el móvil y teclea en D. Google «urgencias psiquiátricas». ¡Venga bah, no me mintáis que estoy viendo los restos del papel de aluminio!
Pero no, no somos Walt Disney, somos unas cucarachas anestesiadas por las que ha pasado la vida.
Y en el Cd sigue sonando Evanescence: «Todo este tiempo no pude ver, escondida en la oscuridad pero tú estabas frente a mí. Parece que he estado durmiendo, tengo que abrir los ojos a todo».
Voy llegando a Oviedo, a lo lejos veo las luces de la ciudad y me propongo comprar Raid, para matarlas bien muertas.
Conste que no estoy haciendo apología de la zona de confort ni ninguna de estas maravillas que ese coaching de bolsillo que odio, nos vende. No se trata de dejarlo todo, en plan película americana cuando meten su vida en el coche y un remolque, y con el THE END ocupando toda la pantalla te quedas pensando ¡qué bonita es la vida en las películas! Ni mucho menos. Cumplir tus sueños requiere tener los pies muy bien anclados en el suelo para que no tornen en pesadilla. Pero queridos míos que me leéis al otro lado de las pantallas, ¿qué ocurre con nuestro ser?
Tengo hambre de ser y he decidido saciarla. ¿Cómo? Con mucho cuidado, pues cuando se ha pasado un periodo muy prolongado sin alimento, corremos el riesgo de empacho. Poco a poco. El primer paso lo he dado al iniciar este blog. Toda la vida he querido escribir y mis excusas me lo impedían. Es evidente -o no- que no voy a poder alimentar a esa criatura que tiene la mala costumbre de comer todos los días, con mi blog, pero si lo voy a hacer con mi esencia, para que no fallezca por inanición.
Sigamos con nuestros quehaceres, no queda otra, pero hagamos algo por SER. Y quizá ese SER un día llegue a convertirse en el todo. Mientras tanto, intentémoslo. No importa la edad, esta no es ninguna barrera, tan sólo una pasarela al siguiente nivel.
Averigua quién y qué eres.
¿Quién?: Hola me llamo Susana y soy una tejedora de sueños cuyo objetivo en la vida es ayudar a las personas que han dejado de creer en sí mismas.
¿Qué?: Soy una motivadora, la «Loca de las emociones». Aquella que va a conseguir que sientas y no te avergüences de ello. Tu linterna, la guía de los topos que cavan y cavan para encontrar la luz.
Un miércoles más, gracias sin vosotros yo no podría existir. ❤
Fotografías: Pixabay.com