-Mamita cuéntame un cuento.
-¿La Cenicienta?
-No, otro.
-¿Cuál?
-Uno de esos inventados por ti.
-Vale. Dime una palabra, la primera que te venga a la cabeza y ese será el título del cuento de hoy.
-Pelota.
-Pues… déjame que piense un poco.
-¡Espera! ¿Cómo se llamará la protagonista?
-Como tú: Rocío.
-¡Bien!
-Pues era que se era una niña llamada Rocío. Tenía dos piernas, dos brazos, dos orejas, dos ojos, dos manos y dos pies como todo el mundo; pero no era una niña cualquiera.
-¿Por qué?
-Poseía un don.
-¿Un don?
-Sí, el don de la imaginación. Rocío no dormía nunca sola, desde pequeña una vaca la acompañaba desde lo alto del armario; un conejo velaba sus sueños desde la ventana y un lobo le aullaba a la luna para que la iluminara y no tuviera miedo de noche. Su paraguas era especial, no como el del resto de los niños, sólo ella y su madre podían verlo. Un día que Rocío estaba triste, su mamá, con tela de estrellas de la mejor calidad, hilo de sueños y agujas de esperanza se lo cosió. Era rojo, el color preferido de la niña, y el mango con forma de ratoncito. Se guardaba en el armario que está en todos los sitios y cada vez que Rocío se sentía triste, abría el armario, sacaba el paraguas y la tristeza resbalaba por él. Caía al suelo, formando charquitos de infelicidad. Luego Rocío, cogía su aspiradora, Doña sonrisa, y aspiraba todos y cada uno de los cristales en que se había convertido su tristeza. Eso sí, había que secar bien el paraguas después de cada uso para que no se estropease.
-Mamá, dime cómo era Rocío.
-Rocío era bonita por dentro y por afuera, delgada como un alfiler y caminaba a saltitos. Su madre siempre le decía “Rocío, tu no te habrás tragado un muelle ¿verdad?” Y ella, la miraba con sus enorme ojos verdes, sonreía y contestaba “Ay mamita, como me voy a tragar un muelle. ¡No me cogería en la boca!” Pero seguía caminando a saltitos. Como una pelota que rebotase siempre contra el suelo, boing, boing.
-Y su madre ¿la quería mucho?
-¡Ay corazón! su madre vivía por ella. Ya te dije que Rocío era bonita por dentro. Sucedió una vez que la mamá de Rocío, que se llamaba Sandra, se puso triste, muy triste. Lloraba y lloraba y no paraba de llorar. Rocío ya no sabía qué hacer para consolarla así que decidió regalarle un paraguas parecido al que ella tenía. Con amor, mucho amor, silencios, sonrisas y ternura le hizo a su madre el paraguas más bonito que se ha podido ver jamás en país alguno. Con un trocito de su corazón y una pizca de su alma inventó una tinta especial y utilizando el lápiz de la inocencia le dibujó espacios en blanco.
-¿Para qué?
-Para estar ellas dos solas. La utilización del paraguas era muy sencilla, cuando Sandra, la mamá de Rocío, se sentía mal, lo único que tenía que hacer era abrir el paraguas y los espacios en blanco que su hija le había dibujado se convertirían en lo que ella quisiera: un jardín de flores tropicales, un bosque encantado, la casa-seta de un gnomo.Un lugar al que sólo podían ir ella y su Rocío del alma.
-Mamá ¿me quieres tanto como Sandra a Rocío?
-Te quiero más aún.
-Dime por qué. Cuéntame cuándo me conociste, cuándo empezaste a quererme.
-Te conocí cuando te sentí. Te quise siempre.
-Mami.
-¿Qué?
-¿Qué tiene que ver este cuento con una pelota?
-Nada y todo.
-¿Por qué?
-Nada porque habla de paraguas y todo porque trata de fantasía. La fantasía es producto de la imaginación y vive en el mundo de Todo es Posible donde reina su Alteza Real Don Todo me lo creo, que está casado con Doña Si tú lo dices será cierto. Tienen un hijo, el príncipe Sonrisas y una hija, la princesa Esperanza. Esta tiene un perro, el perro tiene una pelota y “Pelota” se titula este cuento.
-Tramposa, eso no vale.
-Y si te digo que pelota es mi amor porque rebota.
-Uaaaa, tengo sueño mamuchi.
-A dormir.
-¿Sabes que te quiero mucho?
-¿Tanto?
-Muchichisísimo.
-Yo a ti más.
-Hasta mañana mamá Sandra.
-Hasta mañana Rocío y gracias.
-¿Por qué?
-Por el paraguas.
-Ummm, de nada mami… zzzzz
Este cuento lo escribí para mi hija hace muchos años, cuando ella era pequeña como un garbanzo ❤