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Siempre he mantenido una relación muy especial con la mujer que vive al otro lado del espejo.
Lo primero que aprendes, o al menos ese fue mi caso, cuando te estás formando como coach es la imperiosa necesidad de la introspección. O, rememorando el símil que hice para mi tesis final, convertirte en un topo que vaya excavando y desbrozando los túneles de tu interior. Descubrir el coaching no ha sido más que el inicio de un largo proceso, podría decirse que fue la pala con la que comencé a cavar. Todo me vino dado como en una cadena y fui apuntalando mis túneles.
Poco a poco vas notando la transformación hasta que un día sacas tu cabecita de topo de entre los restos de raíces arrancadas, te sacudes el polvo de los ojos, miras al cielo y gritas a pleno pulmón ¡estoy preparada!
Es evidente e innegable que como coach, si no has recorrido «camino», si no eres caminante, mal vas a poder servir de ayuda a quien te la solicite. Si ni tan siquiera sabes dónde se enciende la luz del farolillo ¿me quieres explicar como vas a alumbrar el sendero de otros?
Y yo, que siempre tengo que ponerte entre la espada y la pared. Que parezco sobrina nieta del famoso abogado del diablo. Yo, que siempre le tengo que dar la vuelta a todas las cosas y buscarle los cien pies al gato porque sólo le cuento cuatro patas, someto a tu consideración la siguiente pregunta ¿de verdad tiene que llegar el coaching para poner en valor el autoconocimiento personal como base, como pilar fundamental de la consecución de tus objetivos?
Susana, hija mía -fía si eres asturiano- a veces me desconciertas ¿estás segura que defiendes los beneficios de este tipo de procesos? -me preguntarás-. ¡Sí, por supuesto! -te responderé-, pero determinadas cuestiones de la vida, por tan básicas, no me gusta ponerlas al servicio o someterlas a la jurisprudencia de ninguna disciplina.
Me explico.
Hasta hace dos años yo desconocía las ventajas de recurrir a un coach. Es más, como os confieso en el apartado «Un poquito de mí» renegaba de esta palabra y todo lo que conllevaba. No obstante, mi relación con la mujer al otro lado del espejo era de vital importancia para mi supervivencia. Es decir, que ignoremos determinados temas o desconozcamos determinadas disciplinas no nos exonera de nuestras responsabilidades.
Esto es como el caso con Hacienda de una conocida cantante folclórica, ya fallecida, de este país. Ella no sabía que tenía obligaciones fiscales, ¡ay amiga pero las tenías y tuviste que pagar porque el desconocimiento de la ley no exime de ella!
A lo que vamos, que me despisto.
¿Quién habita al otro lado de tu espejo? No, no te rías ni pienses que he enloquecido. Piénsalo detenidamente. ¿Crees realmente que todas las personas se sienten identificadas con lo que les devuelve cada mañana esa superficie pulida que habita en sus aseos? Es como una especie de Retrato de Dorian Gray, el reflejo del alma que no escapa al cruel escrutinio de los ojos de la conciencia.
¿Quieres ser eternamente joven y bello como Dorian y cubrir con una tela de falsedad tu espejo para no ver la realidad? ¿O prefieres afrontar tu propia esencia y vivir acorde a ese rostro real que no se esconde tras fastuosas máscaras venecianas?
Os decía al inicio que yo siempre he mantenido una relación muy especial con la mujer del otro lado del espejo. Es una relación de amor puro y sin condiciones.
Hace muchos años que decidí aceptarme, con mis virtudes y mis defectos. Quererme, amarme y respetarme. Hace años, que ella y yo nos sonreímos todas las mañanas. Nos conocemos bien, no hay secretos entre nosotras.
Me susurra: sabes que no eres perfecta, ¿verdad? Pero no importa, tus defectos te humanizan y te dan una razón a diario para mejorar. Lo importante, querida dueña de mi imagen, es que cuando apagues la luz y me dejes sola, sientas que no me quedo encerrada entre estas cuatro paredes, sino que yo soy tú y juntas formamos una unión indivisible.
Para avanzar, para recorrer los caminos, para sortear los obstáculos, para subir cimas, bajar abismos, enfrentar tormentas y cumplir objetivos necesitamos conocernos. Esa es la base del coaching. Pero para ser consecuentes necesitamos reconocernos, esa es la base de la honestidad.
No tengas miedo de tu reflejo.
¡Gracias por estar al otro lado de vuestras pantallas! Ya sabéis que yo, sin vosotros no podría existir ❤
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