Tengo una especial querencia a defender lo que la mayoría de la población evita. Aquello que socialmente está mal visto, pero tranquilos, hablo en términos de emociones.
Hace dos años escribí un artículo en “La Nueva Ruta del Empleo” donde ponía en valor la necesidad de “Mi día de mierda”. Os dejo el enlace para no tener que volver a explicar lo que ya está escrito.
Hoy siento la imperiosa necesidad de dejar a un lado mi propia gestión emocional y con vuestro permiso ¡me voy a cabrear!
Enfadarse es sano, dejas salir todos los demonios que anidan en tu interior y si lo haces de forma conveniente posiblemente hasta adelgaces unos cuanto kilos después del proceso de expulsión.
No os voy a descubrir nada nuevo si afirmo que la ira hay que saber gestionarla. Evidentemente no voy a coger un bazoka (pensar lo pienso seré sincera) y subir a las tres de la mañana a casa de mi vecino a finalizar de una vez con los malditos ruidos que llevan años incordiándome. A ver, ¿me quedaría relajada? seguro que sí, pero está feo molestar al resto de vecinos. ¿Qué hago entonces? Aguantarme, dormirme soñando que me toca una Primitiva y me puedo comprar otra casa, esta vez en medio del monte sin vecinos ruidosos. ¡Eso es gestión emocional y lo demás chorradas!
Pasamos la vida conteniéndonos, porque no somos unos asesinos en serie y sabemos lo que significa vivir en sociedad. Y de tanta contención un día te levantas y te das cuenta que te cuesta trabajo respirar y tu corazón bombea más rápido que Fittipaldi en las 500 Millas de Indianápolis; te miras al espejo y te dices: ¡Cuqui hoy te vas a cabrear y mucho!
Para hacerlo y que resulte satisfactorio y productivo es evidente que debe haber público, aquí el primer problema porque en estos momentos no hay nadie en casa. Puedo bajar a la calle y poner a parir al primero que me cruce pero igual acabo en el área de Psiquiatría del Hospital Central de Asturias y ahora mismo no me viene bien; así que he decidido hacerlo por escrito que es muy original. Tranquilos no lo pagaré con el portátil que acabo de terminar de pagarlo y no está el horno para bollos.
A ver dulce Susana, ¿por qué estás enfadada?
Si me leéis habitualmente sabréis que llevo tiempo buscando empleo, el cómo llegué a esta situación es otra historia que algún día contaré. No es una amenaza para nadie, es un hecho. Vale, estábamos en que llevo tiempo buscando trabajo -esto ya es una gran y enorme pista- y se está convirtiendo en una utopía encontrar o descubrir -porque creo que más que en búsqueda activa de empleo lo que estoy es explorando la Jungla Laboral- un trabajo acorde a lo que dice la Constitución en su artículo 35: “Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo”. Y en el 123: “Toda persona tiene derecho al trabajo digno y socialmente útil; al efecto, se promoverán la creación de empleos y la organización social de trabajo, conforme a la ley”.
Vayamos por partes y despacio que cuando me enfado sufro de verborrea e igual os perdéis por mi laberinto mental.
¿Por qué exploradora de Jungla Laboral y no por ejemplo de la Estepa? Sencillo, la Estepa es un territorio de clima adverso y extremo, con escasas precipitaciones, escasa materia orgánica y alto contenido en el suelo de hierro, lo cual le confiere una amenazante tonalidad rojiza al suelo. Es como un desierto, pero frío no tórrido. La Jungla en contraposición es un bosque lluvioso tropical con gran variedad biológica y abundante vegetación lo que dificulta que la luz llegue al suelo. Igual que el mundo laboral: rico y frondoso pero lleno de claroscuros.
En estos meses he asistido a entrevistas surrealistas donde a estas alturas de la Historia y la ¿civilización? se nos sigue preguntando a las mujeres por nuestro estado civil y si tenemos hijos -incluso cuando tus ovarios ya van haciendo tic tac y sacando la bandera de meta-. He enviado tropecientos currículos a ofertas vía web, en aplicaciones donde sigo, después de meses, apareciendo como “CV sin leer”, mientras dicha oferta se publica una y otra vez; o bajo la etiqueta “en proceso” sin que a lo largo del tiempo nadie se haya puesto en contacto conmigo.
Haciendo un alarde de empatía -mi paciencia es mucha hasta que se agota- soy hasta capaz de entender que son tantas las solicitudes que las empresas reciben que se les hace inviable gestionarlas adecuadamente. Genial, o sea súper guay, yo me pongo en el lugar del departamento de RRHH pero ¿alguien se pone en el mío o en el de todas las personas que estamos buscando empleo en este puñetero país? -los tacos relajan lo he leído- ¿Es tan difícil gestionar bien las aplicaciones para publicar ofertas haciendo uso de todas las posibilidades que ponen al alcance de los reclutadores?
¡Un poco de compasión por Dios que somos personas, humanos con un corazón que late!
Sigamos desgranando mi cortocircuitada reflexión.
Hacía mención a los artículos de la norma suprema del ordenamiento jurídico español, o sea, la Constitución. Dice que todos tenemos derecho a una remuneración suficiente para satisfacer nuestras necesidades y las de nuestra familia. ¡Este ha sido el detonante de mi monumental enfado! Ofertas de trabajo indignantes que provocan que a día de hoy una gran parte de la población trabajadora sea pobre, no llegue a fin de mes. ¡Qué decir entonces de los que estamos desempleados o de los que han agotado la prestación!
Esta mañana estaba desayunando y me han llamado de una empresa que colabora con el SEPE en programas para búsqueda de empleo, para ofrecerme un trabajo de comercial (el trabajo no, me explicó bien enviar mi cv a la oferta): jornada completa, yo pongo el coche y el combustible y un salario de 700 euros brutos mensuales pagas incluidas.
Se me atragantó hasta el café. No es que me sorprenda pues es lo que hay, la norma al menos en Asturias; es que se llenó el vaso, se colmó, se desbordó, se inundó, cayó una tromba de agua, se abrieron los cielos y los infiernos, llegó el día del juicio final ¡BASTA!
Llega el momento álgido aviso. ¡Estoy harta!
Primero, 700 euros es un salario ilegal pues no llega al SMI que informo es de 735,90 € en 2018.
Segundo, si pongo coche y combustible e imagino que hasta el móvil necesito como mínimo 200 euros -tirando por lo bajo- para todos estos gastos, me quedan 500 euros al mes ¿de qué vivo? ¿Dejo de comer? ¿Dejo de pagar al banco las letras de la luz, agua, seguros y servicios varios, IBI, viñeta del coche? ¿Saco el coche del garaje y lo dejo dormir en la calle? Además de tener una hija que tiene la mala costumbre de comer, estudiar, vivir y respirar. Vamos que no me queda ni para morirme llegado el caso.
Tercero, no podría ni tomar un café a media mañana. Porque claro nadie tiene la culpa de que esta buena mujer necesite reponer fuerzas para no desmayarse conduciendo por una bajada de azúcar -no soy diabética-.
Cuarto, ¿cuándo decís que se abolió la esclavitud?
En mi gimnasio -uyyyyyyyy que despilfarro que voy al gimnasio ¡claro cómo no te va a parecer poco ganar 700 euros brutos al mes incluidas las pagas extras!- van a ofrecer un nuevo servicio: sacos de boxeo. Yo, ya me visualizo ahí dando sopapos a diestro y siniestro y lanzando la pierna en plan Karate Kid -lo de dar cera, pulir cera igual está bien también; tendré que meditarlo-. Tiene que ser una experiencia religiosa como la del chiquillo del Julio Iglesias.
Total, que parece que me siento algo mejor. Al final sí que he gestionado mi ira haciendo algo constructivo: escribir.
A lo que no paro de darle vueltas es al hecho de que si no encuentro lo que busco, quizá haya llegado el momento de crearlo.
En fin queridos míos. Hoy más que nunca infinitas gracias por haberme leído, ha sido como si os tuviera delante de mí y me hubiera sincerado con vosotros. Espero que ninguno haya salido herido.
Un beso ❤