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«Cada vez que leo algo tuyo me motivas, no solo plantas semillas, también plantas optimismo»

En una actualización de mi Facebook en la que hablaba de mi día como comercial, de las vicisitudes en las que nos vemos con la actual situación de un mercado mermado y adormecido y de mi «Plan Piensa Distinto» para comenzar de cero, como si fuera nueva y lograr encarar con fuerza y renovadas energías las nuevas exigencias, una de mis amigas virtuales me hizo este comentario tan enorme.

A ti, Mary Carmen Tamargo Álvarez, te dedico hoy mi post.

Plantar optimismo, nunca se me habría ocurrido. ¿Se puede hacer? Y me puse a pensar y al día siguiente, me volvió a ocurrir algo grandioso.

En una visita comercial, me encuentro a una persona, un diseñador de Oviedo trabajando de administrativo. Una persona que en su día ganó un certamen nacional con un diseño de vestido de novia. Al principio no dije nada, me callé. Presumo de ser discreta. Pero me pudo no sé si la curiosidad u otro tipo de impulso. El caso es que le dije: tú eres diseñador. La sonrisa que se le dibujó en su cara de sorpresa fue tan grande que la tendré en la retina durante mucho tiempo. Me contó su historia, como de ganar un concurso nacional pasó a su actual trabajo. Me sentí fascinada.

Al marchar, me miró y me dijo: gracias, acabas de alegrarme el día, siempre me pregunté si alguien se acordaría aún de mí y llegas tú y me demuestras que sí.

No parece difícil ¿no? Ser feliz. Hacer feliz.

Seguro que ahora más de uno moverá la cabeza negativamente: catástrofes, guerras, pobreza, desalojos, paro, corrupción… Vale, es cierto algunas situaciones no permiten o dificultan en gran medida desarrollar esta emoción. Como decía el gran Aberasturi «sean ustedes moderadamente felices».

No pretendo sentar cátedra ni dar recetas mágicas. No creo en la felicidad porque sí. Ni que sea obligatoria. Mucho menos que debamos castigar a quien no es capaz de sentirla, por el motivo que sea, real o imaginario. Lo único que quiero es hacer una reflexión sobre lo fácil que a veces puede ser plantar una pequeña semilla de sonrisa en una persona.

Todos hemos sufrido, la mochila vital va cargada de buenos momentos y de desastres absolutos, de lágrimas ácidas unas veces y dulces en otras ocasiones. Y es bueno, muy bueno. Las lágrimas son purificantes, limpian el filtro de la desesperación. Pero luego, deberíamos ser capaces de pasar página.

El pasado no volverá. Puedes aprender de él y tratar de no repetirlo o por el contrario tienes la absoluta libertad de volver a equivocarte si así lo necesitas. El futuro es incierto, no lo puedes controlar ¿para qué preocuparte de mañana? Como decimos los coach, céntrate en el aquí y ahora. Disfruta este justo segundo en el que me estás leyendo y olvídate de todo lo demás.

Sin demasiadas complicaciones, sin preguntas si así lo prefieres. Prueba a mirar, no te conformes con ver. ¿Te cuesta demasiado preguntarle a tu vecina, que se acaba de quedar viuda, si necesita algo? ¿Se va a hundir el mundo si le das las gracias al camarero que te acaba de poner el café con cara de necesitar un buen descanso? No sé, ¿quizás se te dislocará la mandíbula si sonríes más a menudo?

Me suelen decir que soy una persona muy alegre. En parte es cierto, tuve mi época, como todo el mundo, pero me di cuenta que tenía dos caminos que tomar: el de la desesperación o el de la alegre y sana locura. Es evidente cual fue el nominado para abandonar la casa…

A veces detrás de mi sonrisa se esconden sentimientos o emociones que nada tienen que ver con ella, pero es mi PNL facial. Si mi boca sonríe, mi cerebro que ahora sabemos es plástico, se lo cree y al final termino olvidando mis cuitas.

Así que querida Mary Carmen y apreciado Diseñador -sí con mayúsculas- gracias por vuestras palabras, vosotros también me hicisteis feliz a mí.

Al resto, a vosotros lectores anónimos gracias por los minutos que me dedicáis cada quince días. Cada RT en Twitter, cada «Me Gusta» en el Caralibro, es una nueva sonrisa en mi rostro. Una motivación para seguir mejorando día a día. Para crecer como persona, como escritora, como coach. Para ser más Susana que nunca. Con mis locuras, mis idas de olla -como dice mi hija- mis rizos despeinados o esos ojos brillantes que todo lo miran con curiosidad.

Os regalo no unos consejos -no me gustan lo confieso- sino una ventana abierta a la aceptación. Como la fotografía. Una oscura y húmeda cueva que se abre día tras día, sin importar lo sucedido, al amanecer como una nueva oportunidad.

1.- Mírate de vez en cuando al espejo, con la cabeza muy quieta mueve poco a poco el arco de tu boca hacia arriba, ¡eso es una sonrisa! Practicar mínimo dos veces al día, mejor al levantarse y acostarse y entre comidas.

2.- Ese señor que te encuentras todos los días en las escaleras, no te odia, está triste. ¡Salúdale es gratis!

3.- Olvida el pasado, ¿ese quién es? Despreocúpate del futuro ¡a saber si llega por tierra, mar o aire! Vive conscientemente cada segundo que te regala la vida.

4.- Escucha música, ponla a tope que te retumbe todo el cuerpo. Canta, a pleno pulmón. ¡Qué más da si lo haces mal, que se pongan tapones en los oídos!

5.- Camina despacio. Prueba a mirar con detenimiento todo a tu alrededor. ¿Sabías que la floristería de la esquina cambia los escaparates todas las semanas? ¿Te habías fijado lo bonito que es el edificio que linda con el tuyo?

6.- Oye y escucha. Ten los cinco sentidos alerta

7.- Abraza más. Disfruta del momento unos segundos, siente la calidez del otro cuerpo, escucha su corazón. ¿Notas que se relaja?

8.- Di te quiero más a menudo. Si no te sale con el verbo, que lo haga tu mirada.

9.- Repite conmigo: ¡gracias!

10.- Este te lo dejo a ti, tú escoges.

Os dejo por hoy… ¡Me fui a ser feliz!

 

Fotografía: Carlos Montero

Entrada original: http://www.lanuevarutadelempleo.com/Noticias/nueve-formas-1-de-ser-feliz